Es interesante observar la reacción de las personas frente a
un mismo estímulo. En general, aceptan hablar de “Seguros” solo después de
alguna experiencia negativa que les hizo ver lo expuestos que pueden estar a un
daño. No antes.
¿Por qué?
Las explicaciones son variadas y de muchas vertientes, pero
para no perderse en análisis vanos iremos sobre cosas concretas.
Desde lo básico, podemos identificar cuatro opciones
separadas en dos grandes grupos:
·
Ignorancia
·
Indiferencia
·
Prevención
·
Previsión
Las dos primeras están en el grupo de los que miran para otro
lado, suponiendo que pensar en probables riesgos es “atraer a la mala suerte” o
“nutrirse de pensamientos negativos”, abandonándose a un criterio mágico
fenoménico: Si no pienso en nada malo, nada malo va a ocurrirme.
Las dos siguientes se agrupan entorno a quienes creen que
una actitud inteligente de vida está en anticiparse a ciertos hechos globales y
tomar una actitud por activa sobre ellos, es decir, echar mano de acciones
preventivas para evitar la ocurrencia de ciertos hechos probables o posibles.
En la “Ignorancia” radica el
desconocimiento absoluto del riesgo. El individuo jamás reparó que en un ámbito
determinado puede existir un riesgo cierto que lo afecte.
No sale a la calle pensando que lo va a atropellar un auto o
que será víctima de un robo; pero lo cierto es que si cruza la calle distraído
o hablando por celular o mirando en el sentido en que el tránsito va y no en el
que viene, lo más probable es que un imprevisto ocurra.
A priori, nadie hará algo si sospecha que puede salir
dañado. No obstante esto, los daños y las consecuencias ocurren y, en la
mayoría de los casos, son devastadoras.
Quien opta por la “Indiferencia” es, a mi
juicio, el más temerario. Sabe que las cosas ocurren y que pueden ocurrirle, no
obstante ello elige arriesgarse y no emprender ninguna acción al respecto.
Desestima como útil pagar por un seguro de incendio; dice “guardo en una cuenta
lo que pago de seguro por mes y si pasa algo me cubro con eso y evito que la
compañía utilice mi dinero mientras tanto”
Lo que no sabe es que si tres días o dos meses después de contratar
el seguro, su departamento vuela por los aires por una fuga de gas en la
vivienda contigua, la compañía pagará los gastos del siniestro cuando tan solo
el asegurado pagó un par de cuotas o a veces ninguna.
La pregunta que debería hacerse entonces es “¿Puedo de un
dia al siguiente volver a comprar una vivienda en caso de que la que habito quede
destruida por un imprevisto? Si la respuesta es sí, lo felicito por su buen
pasar. Si es no, necesita un seguro sin dudas y urgente…
Cuando el individuo es “Prevenido” se preocupa por
tomar decisiones que apunten a evitar la ocurrencia de un siniestro. Un
accidente es un hecho fortuito y de ocurrencia ajena a nuestra voluntad del
cual somos víctimas. Para el conductor que circula por los espacios
habilitados, cumpliendo con las normas de tránsito y apegado a las reglas de
seguridad es un accidente que un conductor distraído lo embista pasando un semáforo
en rojo.
Pero para quien lo embiste, el choque no es un accidente
porque sabe a priori que la conducta de pasar un semáforo en rojo y distraerse
son dos conductas inaceptables al volante de un vehículo. Para él no se trató
de un accidente sino de una conducta temeraria, irresponsable y culposa en la
que sabe de antemano que de llevarla a cabo causará un posible daño.
Entonces un conductor “prevenido” decidirá conducirse con un
criterio de “manejo defensivo”, esa será su elección de acción para prevenirse
de un riesgo posible.
Por último, quien opta por una actitud “Previsora” será
aquel que atenuará todo lo posible el acontecimiento de un accidente. Si sale a
la ruta conduciendo su vehículo , lo hará solo luego de someterlo a una
revisión a conciencia y estando seguro de que sus frenos funcionan, que las
luces están en condiciones, que la presión de los neumáticos es la correcta,
que lleva auxilio, que su seguro está al día y que su licencia de conductor
está vigente, por citar solo algunos de los muchos ítems que uno debe observar
para minimizar la ocurrencia de un accidente.
Y recordar siempre que la definición de accidente lo conceptúa como un hecho derivado de una causa violenta, súbita, externa y ajena a la
voluntad de la víctima que sufre un daño a consecuencia de dicho hecho.
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